martes, 22 de marzo de 2016

"El Chato", el gran desconocido de la generación del 27


Quiero empezar este trabajo, citando un libro que demuestra que Jaime Menéndez “El Chato”, es, y no el único, el gran desconocido de la Generación del 27.
En 1937 se presentó en el famoso Congreso de Valencia de los intelectuales contra el fascismo Crónica General de la Guerra Civil. Este libro fue editado por La Alianza de Intelectuales Antifascistas y presentaba una selección de unas cuantas crónicas periodísticas de la guerra civil. María Teresa León hizo la mencionada selección, eligiendo las mejores plumas de aquel momento, plumas leales a la República, con la intención de que no se olvidasen aquellos textos, ni aquellos hechos, ni aquellas  plumas. No contaba ella, en aquel momento, que Franco, Hitler, Mussolini y algún mandatario extranjero más ganarían la guerra. Ese asunto, la victoria del fascismo hizo que, por desgracia, ese libro, esas crónicas y muchos de sus autores fuesen invitados, de manera forzosa e involuntaria, al ostracismo.
La nómina de escritores y periodistas que aportaban uno o varios artículos al mencionado libro habla por sí misma, podríamos afirmar que, por la pléyade de plumas allí reunidas, es uno de los volúmenes de mayor valor periodístico, y quizás literario, del periodo republicano. Entre esas plumas estaban: Dolores Ibárruri, María Teresa León, Miguel Hernández, Luis Cernuda, Salas Viu, Ramón J. Sender o Antonio Machado. Estos grandes nombres sí han pasado a la historia con gran reconocimiento pero otros que les acompañaron en aquel viaje ilustrado no aunque, por su categoría, no mereciesen esa oprobiosa suerte.  Lo que no tiene discusión es que María Teresa León les incluyó a todos por méritos propios. Y lo hizo porque ellos, a excepción de alguno más longevo, eran de lo más eximio de la Generación del 27.
Dicen que lo más importante de un libro son sus primeras y las primeras páginas de Crónica General de la Guerra Civil, al igual que otras tantas más adelante, son obra de Jaime Menéndez “El Chato”. Un hombre que, según palabras de Dolores Ibárruri, estaba predestinado a ser Ministro de Cultura pero que la dictadura franquista lo relegó al más injusto de los olvidos.

Con este trabajo pretendo recuperar a uno de los intelectuales más relevantes del siglo XX, pretendo recuperar a Jaime Menéndez “El Chato”, el gran desconocido de la generación del 27.

J. M. Menéndez, nieto de "El Chato",  lleva más de 10 años recuperando la memoria de su abuelo .
Jaime Menéndez Fernández, conocido como “El Chato”, nació el 25 de junio de 1901 y falleció el 31 de enero de 1969.
Nació en Sobrerriba, una aldea de apenas unos cientos de habitantes, situada, en la cima de Cornellana, en el Consejo de Salas. Un concejo que ocupa un parte relevante de la zona occidental de Asturias. Hijo Feliciana Fernández, que se ocupó de las tareas domésticas y agrícolas y José Ramón Menéndez, maestro republicano en la zona, hombre clave en el desarrollo intelectual del pequeño Jaime.


En el núcleo de una familia numerosa Jaime muy pronto destacó por su dedicación a la lectura y su gran conocimiento general. Con tan solo 12 años tal era su saber hacer en tareas intelectuales que, en alguna ocasión, suplía a su padre, impartiendo clase. Y un día, en una de esas suplencias, una compañera le puso una zancadilla, al caer se fracturó y aplastó la nariz, desde ese momento, le apodaron “El Chato” por su nariz de boxeador.
Siendo muy joven, con 18 años ya que no quería servir en el ejército, emigró, con varios de sus hermanos, a Cuba. Allí, en La Habana, compaginó los estudios autodidactas de lenguas extranjeras, especialmente inglés, periodismo, política internacional, historia y literatura, con el trabajo de contable en unos almacenes de tabaco de un paisano, sus anhelos, un de ellos era ser periodista de política internacional en Nueva York y sus actividades en el Centro Asturiano de la Habana (Círculo Salense) del cual formaba parte. Así mismo, es muy destacable mencionar que con apenas 19 años empezó a colaborar en el Diario de la Marina, uno de los heraldos más importantes de la isla.
En 1920, cuando se vio preparado, especialmente con su un excelente dominio escrito y hablado de la lengua inglesa, decidió partir a los Estados Unidos, vía Tampa, estableciendo su residencia, en Nueva York, en el número 594 de la calle 178. Gracias a la mediación de un paisano encontró trabajo de dependiente en una pastelería. Pero tenía un grave problema: su adicción al dulce. Y claro allí rodeado toda la jornada laboral de cosas golosas le suponía un verdadero suplicio. Un día se comió unos cuantos pastelitos, le pillaron, le regañaron pero nunca pensó que le despedirían. Este asunto le sirvió para descubrir que el trabajo en Estados Unidos era un affaire sagrado. Poco después entro a formar parte de la redacción del diario La Prensa, el primer rotativo escrito en castellano en aquel país. Curiosamente su amigo y paisano el escritor y Profesor de Derecho Internacional Camilo Barcia Trelles le dedicó su libro El imperialismo del petróleo y la paz mundial con la siguiente frase:

Al director de “La Prensa” de New York, muy cordialmente.


En esa época se mudo al núnero 35 de Whitson Street, en Forest Hills, e ingresó en la Universidad de Nueva York Washington Square College para estudiar Letras y Biología y también ingresó en la Logia Masónica Universal, llegando a ser Secretario de la misma y Maestro de grado 3º.
Poco después, según el testimonio de Hebert Lionel MatthewsJaime Menéndez “El Chato” se convirtió en ser el primer español en formar parte de la redacción de The New York Times, cumpliendo uno de sus sueños. Primero entró como redactor de deportes ya que la vacante era para ese departamento pero tras publicar una magistral crónica de un partido de béisbol, el mencionado Matthews le mandó llamar a su despacho para felicitarle. Tras una larga charla dejó de ser redactor de deportes para encargarse de asuntos de política internacional. Especialidad que era su punto fuerte y su gran pasión. Esa pasión se la transmitió a Matthews, especialmente en temas relacionados con el republicanismo español, siendo el gran inductor de su llegada a España, años más tarde, como corresponsal en la guerra civil. Ambos llegarían a ser grandes amigos.
Allí, en New York, tuvo una vida muy completa y se codeó con grandes intelectuales como Tenesse Williams, E. Herman Helspet, hispanista de primer rango, Barbara Matulka, otra gran hispanista, Mr. Wheat, profesor y Jefe del Departamento de biología de la Universidad de New York y otros intelectuales como Boris Gamzue, Claude Bowers, George Wright o Augustus C. Jennings. En 1929 conoció a Federico García Lorca cuando dio una conferencia en la Universidad de Columbia.


En 1930, desde Nueva York, comenzó a colaborar en uno de los más prestigiosos rotativos de América Latina: El Universal, dirigido por Andrés Mata. Este rotativo tenía en su nómina grandes plumas, entre ellas: Miguel de Unamuno, José Martínez Ruiz, Ricardo Gutiérrez Abascal, Álvaro de Albornoz, Ramón Pérez de Ayala, Ramón Gómez de la Serna, Benjamín Jarnés, Luis Araquistáin o José Ortega y Gasset.

En 1931 poco después de la proclamación de la Segunda República Jaime Menéndez “El Chato” y otros españoles , entre ellos, R. Arias del Valle, Manuel Ramos, José Maria Benedet, José LLadó o Gloria Ajas, fundaron la Alianza Republicana Española de Nueva York y su órgano oficial: España Republicana, con firmas de la talla de José Ortega y Gasset, Manuel Azaña, Salvador de Madariaga o el propio Menéndez.
A nuestro protagonista le apasionaba escribir, producía diariamente gran cantidad folios mecanografiados, mayormente, con su máquina de escribir Underwood Standar nº 5 de 1920, adquirida en Nueva York. Rescatamos del libro La epopeya del “Chato” lo que a este respecto decía el escritor Héctor Vázquez Azpiri:

colaboraba en un montón de sitios, siempre lo hizo. O sea, era un hombre de una enorme,  enorme capacidad de trabajo. Yo creo que no conocí a nadie capaz de hacer la cantidad de folios que debía de escribir el hombre al día. Y eso todos los días, día tras día.

De igual forma también le apasionaba leer, llegó a poseer una ubérrima biblioteca de más de 6.000 volúmenes, la mayoría escritos en inglés y adquiridos en Nueva York.

En verano de 1932 se produjo un punto de inflexión en la carrera profesional de “El Chato”. Herbert Lionel Matthews le mandó a Madrid, en calidad de corresponsal de la NANA (North American Newspapar Alliance), la organización sindical a la cual pertenecía The New York Times. Poco tiempo después de su llegada marcó su residencia en el número 34 de la calle Lagasca.


El periódico La Vanguardia del 27 del septiembre de 1932 recogió, en la página 8, la noticia de la llegada de Manuel Azaña a Barcelona, un acontecimiento que concitó a la prensa nacional e internacional, estos son los algunos de los periodistas que se citan en dicha nueva:

Señor Fernández Fontecha, de la Agencia Havas; Mr. Degant, de la United Press; Mr. Rex Smith, de la Associated Press; Mr. Buckley, de la Agencia Reuter; don Tomás Ortiz, de la Telegraphe Union (Berlín); don César A. Gullina, del «Corriere della Sera»; don Jaime Menéndez, de la «North American News Paper»; señor Martínez Abad, de la Agencia Febus; don Vicente Gallego, de la. Agencia Logos; don A. Pugós, de la Agencia Periodista Internacional; don Jaime Mariscal de Gante, de la Agencia Atlante; de Buenos Aires; señorita Josefina Carabias.

Poco a poco “El Chato” se convirtió en uno de los periodistas más relevantes y conocidos del panorama nacional. Era muy consciente que, desde esa posición privilegiada, debía hacer todo lo posible para apoyar su republicanismo, desde un punto de vista izquierdista, ya que era su ideología política. Y así lo hizo, en diversas ocasiones, como, por ejemplo, un homenaje y a la par manifiesto, aparecido el 3 de abril de 1933 en el diario Heraldo de Madrid (y otros periódicos), apoyando a Arturo Menéndez,  ex director de Seguridad, que estaba preso por haber impedido uno hechos reaccionarios de un grupo de monárquicos contra la República. Esta era la lista de los firmantes del mencionado manifiesto, aunque se indicaba que habían más:

Arturo Mori; Pedro Massa, Alardo Prats, Valentín Gutiérrez de Miguel, Gori Muñoz, Francisco Aguirre (Fuk), José María Massip, Francisco Madrid, Antonio Cacho Zabalza, José Ballester, Jaime Menéndez, Fernando Sánchez Monreal, Antonio Pugés, Fernando Fontecha, Ramón Martínez Sol, Alfonso Ayensa, José Ruiz Monteno, Pedro Martín, Francisco Díaz Roncero, Joaquín Corrales Ruiz, Mariano Muñoz.

En esa lista estaban varios periodistas que se significaron, desde el principio, en defensa de la República, entre ellos, Fernando Sánchez Monreal, gran amigo de “El Chato”, redactor de La Voz y director de varios medios, destacando La Agencia Febus, y, por desgracia, uno de los primeros periodistas, fusilados por el franquismo junto al compañero Luis Díaz Carreño, en los primeros compases de la guerra civil.

“El Chato” cubrió muchos acontecimientos como corresponsal de la NANA, entre ellos,  el famoso documental que rodó Luis Buñuel, en abril de 1933, en las Hurdes.

"El Chato", en las Hurdes, en 1933.
Poco después fue enviado por la NANA y por el gobierno de la República a Alemania para realizar un estudio pormenorizado sobre la situación del nazismo. Este viaje que le sirvió de base para conseguir de primera mano información, mucha de ella clandestina, especialmente la lucha del partido comunista alemán. Con todo el material recopilado escribió numerosos artículos periodísticos y dos libros: Vísperas de Catástrofe, publicado por Espasa-Calpe en 1934 de gran éxito y donde con erudición, rigor y minuciosidad, repasó la actualidad geopolítica mundial, avisando de la amenaza del nazismo y de la guerra mundial; y Alemania en Pie, una parte de este trabajo está sintetizado en La Epopeya del “Chato” de la cual rescatamos estas líneas:

Asistimos a un mitin de ADOLFO HITLER, en el que observamos cómo la gente se volvía loca con la oratoria del Führer; pudimos comprobar, en vivo, todo lo que yo ya sabía de mis lecturas anteriores... Estábamos ante el comienzo de una nueva barbarie, la eclosión del Nazismo. Allí tuvimos la oportunidad o la desgracia de entrevistarnos con varios periodistas: entre ellos, OTTO DIETRICH, General de las S.S. y presidente de la asociación de prensa más importante del Reich Alemán, DER REICHSVERBAND DER DEUTSCHEN PRESSE; MAXAMANN. Su rostro y su peinado rapado con una cresta de unos cuatro milímetros de espesor daban realmente miedo. Ocupaba el cargo de director de prensa del PARTIDO NACIONAL SOCIALISTA DE LOS TRABAJADORES (NSDAP) y el de Presidente de la Cámara de la Prensa del Reich. Y, claro está,  con el más famoso de todos: el retórico JOSEPH PAUL GOEBBELS, Ministro de Propaganda y gran orador. Jamás olvidaré la sensación tan desagradable, de descarga eléctrica, que recorrió mi cuerpo al estrecharle la mano...



El libro Vísperas de Catástrofe tuvo una gran repercusión en los medios de prensa más relevantes de la época (ver bibliografía, enlaces de la Biblioteca Nacional).

Otra gran evidencia que demuestra de Jaime Menéndez “El Chato” se convirtió en un personaje de gran relevancia es que fue inmortalizado por Luis Bagaría, uno de mejores caricaturistas del siglo XX, y que dicha caricatura fue publicada el 30 de septiembre de 1934 en el diario El Sol, en compañía, tête à tête, de otro gran ilustre: Salvador de Madariaga (ver sistemas de citas, enlaces de la Biblioteca Nacional).
Otros grandes artistas gráficos como López Rey o Diego Mullor también le caricaturizaron para la posteridad.


En ese mismo año le empezaron a llover ofertas de trabajo en las mejores agencias nacionales de prensa como FEBUS o ALPES, y en las publicaciones más importantes de aquella época. Ingresó en la logia masónica Mantua y se introdujo en el entramado de tertulias de intelectuales, distribuidas por diferentes cafés o centros de referencia de la capital: Café Nacional, Café Gijón, La Residencia de Estudiantes, el Ateneo de Madrid, etc, codeándose con la elite periodística, literaria y científica: Rómulo Gallegos, Federico García Lorca, Miguel de Unamuno, Rafael Alberti, Gregorio Marañón, Luis Buñuel, Antonio Machado, María Zambrano, Clara Campoamor, Fernando García Vela, Luisa Carnés, María Teresa León, Victoria Kent, etc.
Manuel Aznar que ya conocía muy bien la valía profesional de “El Chato” le contrató para llevar la sección de política internacional del diario El Sol, uno de los rotativos más importantes de aquella época con plumas tan prestigiosas como las de Unamuno, Ortega y Gasset, Marañón, Baroja, Menéndez Pidal, Antonio Machado o Ramiro de Maeztu.

“El Chato” fue uno de los periodistas encargados de divulgar las particularidades de las misiones pedagógicas en estrecha colaboración con Federico García Lorca y uno de los pocos, en hacerlo, en los Estados Unidos, en diversos reportajes, como el que apareció, en 1934, en la revista americana The spanish Revue.

También tradujo numerosas obras al inglés y viceversa, como, por ejemplo, La Amenaza del Fascismo de John Strachey (ver sistema de citas, enlaces de la Biblioteca Nacional).

En aquellos años comenzó a colaborar en la publicación más prestigiosa a nivel intelectual: Leviatán, dirigida por el socialista Luis Araquistáin y donde colaboraron plumas de la talla de Leon Trotsky, Max Klinger, Carleton Beals, Rodolfo Llopis,  Jean Cassou, Alfredo Lagunilla o el propio Araquistáin (ver sistema de citas, enlaces de la Biblioteca Nacional).

Y poco después entró a formar parte de la nómina de colaboradores de otras importantes publicaciones como Política, Estampa, Cruz y Raya, La Voz, Mundo Gráfico, Mundo Obrero, La Tarde, Nuestra Bandera, etc.


El 22 de mayo de 1936, en una conferencia, en el Ateneo de Madrid, Jaime Menéndez conoció a André Malraux, con el que fraguó una gran amistad y es que siempre se relacionó con lo más selecto de la intelectualidad de aquella época: María Teresa León, Dolores Ibárruri, Rafel Alberti, Jean Cassou, H.R. Lenormand, Antonio Espina, Juan Ramón Jiménez, Miguel de Unamuno, José Bergamín, Ernest Hemingway,  George Seldes, Upton Sinclair, etc.

El 6 de junio del citado 1936 contrajo matrimonio civil con la vallecana Avelina Ranz Conde que trabajaba de taquillera en la estación de metro de Santo Domingo, en Madrid, una joven muy preparada pues había ido al colegio y estudiado taquimecanografía. Justo después de su enlace matrimonial cambiaron su domicilio al número 6 de la calle Mallorca (Madrid), compartiendo vecindario con la insigne Victoria Kent.


Y el 17 de julio se produjo el alzamiento militar en Ceuta con el asesinato del Teniente Republicano Tomás de Prada Granados, como indica su primo el pintor y escritor Antonio Granados Valdés en su libro Autobiografía de alguien poco importante. Y todo cambió en la vida de los españoles y, como no, en la de nuestro protagonista. 

Jaime Menéndez profundizó su apoyo más activamente a favor de la República y decidió hacerlo, colaborando, aunque sin estar afiliado, con el PCE, Partido Comunista de España,  realizando incluso trabajos clandestinos.

Poco después “El Chato” perdió a dos grandes amigos y camaradas de profesión: Luis Díaz Carreño y Fernando Sánchez Monreal (ya anteriormente citado) que fueron asesinados, según recoge Fernando Sánchez Dragó (hijo del segundo), en su libro Muertes Paralelas, en septiembre de 1936.
Durante la guerra formó parte Agrupación Profesional de Periodistas, adscrita a la UGT y de la Asociación de la Prensa de Madrid, formando parte de las Juntas Directivas de ambas entidades, compartiendo mesa con periodistas de la talla de Javier Bueno, Manuel Navarro Ballesteros, José Robledano, Isidro Rodríguez Mendieta o Eduardo de Guzmán.  Precisamente en febrero de 1937 fue nombrado presidente accidental de la mencionada Agrupación Profesional de Periodistas de Madrid, entidad que comandaba también la Asociación de la Prensa de Madrid.

En esos primeros compases de la guerra “El Chato” perdió a dos seres muy cercanos, uno Manuel Fernández Álvarez “Alvar”, primer periodista caído en el frente, cerca de Guadarrama, y otro su hermano Julio, cerca del frente de Belmonte, Asturias, cuando formaba parte del Batallón  Trabanco, con el conocido líder libertario Higinio Carrocera, según contó José Menéndez Velázquez, conocido como Pepe “El Duque” y paisano que se acordaba de los hechos.
Durante la guerra mantuvo contacto con viejos amigos de profesión y otros nuevos, especialmente con corresponsales o escritores extranjeros, entre ellos, Herbert Lionel Matthews, John W. Whitaker, John Dos Passos, Antoine de Saint-Éxupéry, Geoffrey Cox, Robert Capa, George Orwell, George Seldes, Herbert Rudledge Southworth,  Ilya Eremburg o Ernest Hemingway.
En diciembre de 1936 Jaime Menéndez fue nombrado redactor jefe del Gabinete de Información entre Madrid y el Ministerio de Propaganda, ubicado en Valencia.



Malraux y "El Chato" con otros compañeros del diario "Política en 1936.

“El Chato” también anduvo en diferentes frentes de la guerra civil: Sierra de Madrid, Toledo, Granada, Córdoba, Aragón, Albacete, etc, e hizo numerosas crónicas para los principales medios donde colaboraba. El 20 de abril de 1937, estando en el frente de la Casa de Campo de Madrid, recibió la visita de su gran amigo León Felipe, acompañado de su compañera Berta Gamboa.
Unos días después, el 28 de abril, nació el único hijo del matrimonio Menéndez que sería conocido como Jimmy, ya que su padre, desde bien temprana edad, le enseñó inglés y se comunicaba con él en esa lengua.  Jimmy, siendo ya adulto tuvo un gran papel en la lucha clandestina contra el franquismo, desde los últimos años de la década de los 50 hasta el fin de la dictadura.

El 4 de julio de 1937 “El Chato” asistió, como ya se ha indicado, al famoso 2º Congreso Internacional de Escritores en Defensa de la Cultura donde la mencionada María Teresa Léon  presentó en libro Crónica General de la Guerra Civil que nos ha servido de introducción de este trabajo. Aquel congreso fue inaugurado por el Doctor Negrín, Jefe de Gobierno en aquel momento, y contó, como maestro de ceremonias, con el insigne Juan Marinello. Participaron numerosos compañeros que quisieron mostrar públicamente su posición a favor de la República y en contra del fascismo internacional, entre ellos: Margarita Nelken, Ludwig Renn, Ralph Bates, Corpus Barga, Córdoba Iturburu, John Strachey, Wladimir Stavsky, Nicolás Guillén, Vicente Huidobro, Jeff Last, Alexei Tolstoi, Mijaíl Koltsov, André Malraux, Octavio Paz, Eugenio Imaz, Anne Louise Strong, John Dos Passos, Ernest Hemingway, Rafael Alberti, Ramón J, Sender, Miguel Hernández, Pablo Neruda, Alejo Carpentier  o José Bergamín.



En diciembre de 1937 Jaime Menéndez “El Chato”, mientras seguía ejerciendo de periodista y corresponsal, colaboró en una comisión, denominada Comisión Nacional de Enlace, encargada de estudiar minuciosamente la situación del frente de Madrid para intentar buscar soluciones a los problemas existentes. En esta comisión compartió tareas con Luisa Azuara, diputada socialista, Luis Cabo Giorla, Concejal del ayuntamiento de Madrid y dirigente del PCE, y Cayetano Redondo Aceña, periodista y Alcalde de Madrid en esa fecha.
Durante la guerra Avelina Ranz, mujer de “El Chato”, apoyó a su marido en todas las tareas que pudo y,  por ende, a la causa republicana, colaborando en el Comité Provincial de Mujeres Antifascistas, donde prestaba su saber hacer en la organización de actos, principalmente en el teatro Monumental de Madrid, o en la venta de prensa republicana, especialmente Mundo Obrero.
En marzo de 1938 “El Chato”, junto a su familia, fue traslado a Barcelona, donde estaba establecido el Gobierno del Doctor Negrín, compaginando sus tareas periodísticas, su misión, en el PCE, en la Comisión del Agit-Prop, publicando en Nuestra Bandera, y su nuevo cargo como Comisario de Brigada que dependía directamente del Comisario General del Ejército de Tierra, disposición que fue publicada en el Diario Oficial de la República, con fecha de 5 de julio de 1938.



A mediados de 1938 “El Chato” ocupó la dirección de el diario El Sol, sustituyendo a Enrique Sánchez Cabeza, rotativo que, desde mayo de 1937, venía siendo el órgano oficial del PCE. Menéndez Cambió su línea editorial y la cabecera en la que ya no aparecía la hoz y el martillo y sí la que tenía anteriormente, jalonada por dos leones y rezando: ORGANO DE EXPRESIÓN DE LA DEMOCRACIA NACIONAL. Esa fue una de las principales tareas devolver un carácter de independencia al rotativo. Casi a la par, y de nuevo en Madrid, estrenó un nuevo destino en el Comisariado del Ejército de Centro a las órdenes directas del Comisario Inspector Fernando Piñuela pero su labor e instrucciones quedaron casi totalmente anuladas pues se estaba gestando la traición que desembocó en el golpe del Coronel Segismundo Casado. Al igual que otros muchos, en su mayoría comunistas, contrarios a ese golpe, “El Chato” fue detenido y posteriormente puesto en libertad para emprender el 26 de marzo de 1939 viaje para Valencia, y de ahí al puerto de Alicante, para intentar salir de España. Ocurrió todo lo contrario, ocurrió que llegó la División italiana Littorio y le hicieron prisionero. Jaime Menéndez “El Chato” fue uno de los republicanos que sufrieron cautividad en el campo de concentración de Los Almendros.

Durante su cautiverio “El Chato” emprendió su lucha antifranquista con su mejor arma: su pluma. Era consciente que debía contar al mundo las vicisitudes experimentadas, transmitir el horror y terror sufrido y decidió empezar a escribir un libro, titulado The Jail, a escondidas, en una libretita que camuflaba en el doble fondo de su boina, hasta que su familia, mujer e hijo, pudieron sacarlo cohonestado bajo sus ropas. Un libro escrito en un inglés muy alambicado y complicado, como él decía:

No preocuparos si os lo encuentra un guarda civil, aunque sepa inglés, no se enterará de nada.

Un trabajo que es una auténtica novedad historiográfica porque, con su rigor y profesionalidad característicos, el autor desvela datos desconocidos que contradice la versión oficial de los vencedores de la guerra civil, y a una parte de historiadores, sobre la represión franquista. Por lo tanto, quiero expresar que, a partir de este momento, toda la información que les ofreceré está extraída del mencionado libro, a excepción de un dato de Eduardo de Guzmán de su libro Nosotros, los asesinos.*

En el campo de concentración de Los Almendros compartió hambre, penurias, frío y falta de espacio en un área que no cubría más de 6.000 metros cuadrados para 18.600 presos en un primer momento y 45.000* después. Eso suponía un confinamiento extremo. De ahí, el asturiano fue traslado a la Plaza de toros de Alicante, donde metieron a cerca de 2.000 presos, muchos pensaban que mejorarían las condiciones pero él sabía que no, así se lo expresó en plena expedición hacia la plaza a un compañero. Acertó con su pronóstico. El espacio para dormir era aun menor, apenas 40 centímetros de ancho por casi 100 de largo por lo que tenían que acostarse de lado, con las piernas flexionadas y encajados los unos con los otros, teniendo que soportar los hedores de los inodoros que estaban atascados de sedimentos blanquecinos que se desbordaban, algo repugnante, ni siquiera los animales eran tratados así.

Los presos políticos en el campo de concentración de Los Almendros.


 De la Plaza de toros de Alicante Menéndez pasó al Reformatorio de Adultos de Alicante, fue allí, donde se reencontró con algunos amigos, entre ellos, Antonio Font, que era artista gráfico de el diario El Sol, el socialista Carlos Rubiera, que había sido Gobernador Civil de Madrid y tiempo más tarde ejecutado, el también socialista Rafael Henche, que fue alcalde Madrid, El Coronel Ortega, que también sería ejecutado, al igual que Eliseo Gómez Serrano, masón, profesor de la Escuela de Magisterio de Alicante, diputado e Izquierda Republicana y, en aquel periplo carcelario, bibliotecario del Reformatorio. Igualmente se reencontró con Vicente Talens Inglá, gobernador civil de Almería, masón, dirigente comunista y que, poco después, también sería fusilado y Etelvino Vega, que venía del campo de concentración de Albatera donde llegó a ver 20.000 presos. Vega fue uno de los grandes Jefes Militares de Ejército Republicano, un hombre muy culto y amante de la lectura. “El Chato”, Talens y Vega comenzaron a trabajar clandestinamente para el PCE, formando a los demás presos para que cuando saliesen en libertad estuvieran mejor preparados para la lucha secreta. Esta formación era ubérrima en muchos aspectos: política, marxismo, inglés y francés, principalmente, aunque también daban “conferencias” de filosofía, literatura o poesía.  El PCE comenzó pues a tejer una estructura clandestina en los presidios, accediendo a puestos clave, como los de oficinas, lo que permitió acceder a todo tipo de información sobre la España de Franco. Así, supieron, entre otras cosas, que durante esos primeros meses de 1939 la población carcelaria en Alicante llegó a ser de 70.000 presos políticos.


Fue ahí en el mencionado Reformatorio donde “El Chato” conoció las palizas que recibían los presos que, en una gran mayoría, después de recibirlas, se les dejaba morir, las vejaciones, las torturas, como la del “anillo eléctrico” o la del “trimotor”, otras burradas que les infringían a los presos para divertirse o hacerles firmar una confesión falsa, y, como no, las famosas sacas, es decir, la extracción de los hombres de sus celdas, u otras ubicaciones menos “sofisticadas”, para ejecutarles, esos lugares, donde esperaban el fatídico desenlace, se les llamaba celdas de la muerte. Allí, en aquel Reformatorio llegaron a ejecutar a 100 presos por semana. Así, contaba Jaime Menéndez alguno de estos sucesos en su mencionado libro:

Aún más trágico y terrible era la visión de los hombres, en cantidades que se incrementaban día a día, que llegaban a la cárcel destrozados, en una condición tal que era difícil reconocerles. En muchos casos no eran más que conjuntos de carne vertical cruda y sangrante. Las marcas que recorrían el cuerpo a lo largo y a lo ancho, dejando en la piel un entramado artístico, dejaban una serie de sinuosidades, hacia arriba y hacia abajo del cuerpo, lo que recordaba bastante a la corteza del roble. Aquí y allí, montones o trozos de carne golpeada, decaída, que se veía en una oscura hinchazón púrpura de vasos sanguíneos rotos que habían vaciado su contenido. Un espectáculo triste e imponente que parecía no conmover a nadie. Los hombres entraban, en una masa de carne golpeada, para ser arrojados literalmente en una celda o dormitorio, sin siquiera un vendaje o un poco de agua tibia para lavar y curar las heridas. No recibían ningún tipo de atención. No había caridad cristiana para ellos, vulgares, vestigios despreciables de humanidad residual. En cambio, ellos eran objeto de burlas permanentes y constantes. Algunos de ellos permanecían, durante horas o días, tirados en el suelo desnudos. Otros, con la ayuda de amigos o compañeros, bajaban al patio para que el sol ayudase a curar lentamente sus heridas y cicatrices.

Durante aquellos días de mayo en el Reformatorio su gran confidente fue el mencionado Etelvino Vega, igual hablaban del libro Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister de Goethe, como lo hacían de política, de gramática inglesa o francesa, de reorganizar la lucha clandestina o de las consecuencias de la derrota de la guerra civil, Etelvino en ese asunto era paladino: “Si hubiéramos luchado a más no poder, sin tener en cuenta a los traidores (y sus órdenes), estaríamos ahora en una situación muy distinta”.

El 21 de mayo, recibió la primera visita de su esposa Avelina Ranz que vino acompañada Leonor Conde, madre de Avelina, y Jimmy. Avelina le informó que sus hermanos Manuel Ranz, que había formado parte del 5º Regimiento y del departamento de Censura a las órdenes del Coronel Ortega, y Juan Ranz, miembro de la 42 Brigada Mixta, 7º Batallón del 2º Cuerpo de Ejército y de la JSU de Madrid, de la Agrupación de la Calle Santa Isabel junto a los camaradas Sebastián Muela y Muñoz Arconada, habían sido arrestados en un campo de fútbol de Madrid tras el golpe del Coronel Casado y que aunque los soltaron a los dos, a los pocos días volvieron a encarcelar a Manuel. Esa era una de las tareas de Avelina informar de todo a nivel familiar y político, con cautela, incluso pasándole, camuflados recortes de periódicos en el paquete, compuesto de ropa limpia y comida, ya que con los ranchos, cuando había, se morían de hambre. Durante muchas visitas gran parte del sustento alimenticio fueron unas latas de leche condensada del Bebé Holandés, regaladas por Herbert Lionel Matthews a la familia Menéndez. Si no llega a ser por la entrega y valentía de Avelina es muy probable que su marido hubiera muerto de hambre. Ella era toda una luchadora que para ganarse la vida fabricó jabón y lo vendía por diversos pueblos de estraperlo, menester que estaba prohibido y perseguido. Tanto ella como Jimmy, como ya se ha dicho, fueron los que a escondidas sacaron las hojas del libro The Jail de donde estamos sacando toda esta información.

Foto familiar donde vemos, entre otros, a Avelina Ranz y a sus dos hermanos: Juan y Manuel.

Poco después “El Chato”, junto a 25 presos, fue trasladado a los Barracones Militares de Benalúa, a las afueras de Alicante, que estaban medio derruidos por los bombardeos de los nazis durante la guerra civil. A los 26 les metieron, en una sala, en el primer piso, de unos 5 metros cuadrados, en uno de los dos edificios. Allí, en total había 2.000 presos políticos, sin cargos la mayoría, presos de rango bajo, a excepción de unos pocos, que por desconocimiento eran considerados como tal. La mayoría de ellos hacían trabajos, en Alicante, escoltados, en diversas tareas: construcción de vivienda, limpieza de las zonas bombardeadas, etc.

Unos días más tarde Menéndez fue trasladado al campo de concentración, ubicado en el Castillo de Santa Bárbara. Allí, habían cerca de 3.000 presos políticos, distribuidos, en el patio, al aire libre, en unas tiendas de campaña improvisadas y en las cuevas del sótano, hacinados como de costumbre y en unas condiciones higiénicas deplorables. Con escasez de agua, ya que solo recibían la llegada de un camión cisterna una vez a la semana. Pero lo peor era soportar el hedor de las heces ya que defecaban en un terreno cercano a la entrada, destinado para dicho menester, lo que provocó epidemias de comezón.
En el campo de concentración de Santa Bárbara los presos comunistas sufrieron la animadversión por parte de presos socialistas y anarquistas, estos últimos, llegaron incluso a delatarles, con lo que eso suponía. Una de las causas es que la mayoría de ellos no entendían el pacto que Stalin acababa de firmar con los nazis. Jaime Menéndez, debido a su gran erudición en ese tema, fue el encargado de explicar y convencer a los presos las verdaderas razones de ese acuerdo, consiguiendo el apaciguamiento de ellos y que todos se unieran a una lucha antifranquista única clandestina. En esta labor fueron de gran ayuda otros dos compañeros: Baldomero Cordón, que era estudiante de medicina y Jefe Militar en el 3º Cuerpo de Ejército Republicano; Abraham Eljarrat Castiel, abogado de Larache que había venido a incoporarse al Ejército Republicano; y Ángel Sosa, diputado comunista. También hay que mencionar que allí había otro camarada, destinado en oficinas, que pasaba numerosa información.
Un día, reunidos Baldomero, Castiel y Menéndez divisaron, desde el Castillo de Santa Bárbara, en el puerto de Alicante, varios submarinos nazis y un petrolero con bandera británica que se acercaba a ellos. No hacen falta más comentarios.

Debido a una enfermedad Menéndez fue enviado, pasando por Jijona, donde había una cárcel con 1.500 presos, al hospital de Alcoy, conocido como El Sueco, habilitado por la República gracias a las donaciones de los partidos socialistas de Suecia y Noruega. Estando allí, fue testigo de la visita del general Iruretagoyena, requeté y contrario a la Falange, que comentaba que la situación era insostenible ya que en esos momentos ya había dos millones y cuarto de presos políticos.
Solo en Madrid había cerca de 30 cárceles, además de los pequeños centros de tortura e investigación de la Falange, muchas de ellas con más de 5.000 presos políticos, en total, entre la capital y cercanías, la cifra era cercana a los 150.000. Durante ese primer semestre los muertos, producidos por el franquismo sumaban 200.000.

Tras un tiempo en el Hospital de Alcoy “EL Chato” regresó al campo de Santa Bárbara donde continuó dando sus “conferencias” especialmente sobre la situación de la Unión Soviética , Finlandia y el doble juego de Inglaterra en la guerra mundial.
Poco después el 18 de noviembre de 1939 para conmemorar la muerte de José Antonio Primo de Rivera fusilaron, a 100 presos, sacados del Reformatorio de Adultos de Alicante. Y, a la par, montaron una comitiva para llevar a cuestas el féretro del “Fundador” desde allí al monasterio de El Escorial, utilizando a los presos para los preparativos, y todo, como casi todo, en esa España de Franco, con la mentira como baluarte, ya que los restos que transportaban no eran los de José Antonio. Adornaron el féretro con unos adornos muy pesados lo que hacía el tránsito algo muy cansado y muy duro, por lo que tuvieron que cambiar con frecuencia a los hombres que llevaban sobre sus hombros la carga. Entre los presos comenzaron a deambular chistes como este:

 “Nadie podría pensar que incluso después de muerto, el Fundador iba a ser tan pesado.”

Del campo de Santa Bárbara bajaban a la ciudad y alrededores 600 presos que eran utilizados para los batallones de trabajo, por supuesto, sin cobrar ninguna remuneración.

Casi a finales de 1939 “El Chato” fue de nuevo enviado al hospital ya que empeoró de nuevo y como no mejoró le llevaron a la cárcel de Alcoy, situada en los sótanos del Hospital “El Sueco” donde habían 1000 presos, divididos en 4 celares. Estando allí conoció varias nuevas, una que habían suspendido las visitas en la cárcel de Talavera de la Reina, debido a un incidente donde murieron dos oficiales y 10 presos, y otra que habían fusilado, en un solo día, en Madrid, a 160 presos de 12 a 18 años de las JSU (Juventudes Socialistas Unificadas).
Allí, mantuvo largas conversaciones, escuchadas atentamente por todos los demás presos. La labor para convencerles de que la actuación de la URSS era la correcta también fue muy laboriosa y, como, en Santa Bárbara, consiguió exitosamente la aceptación incluso de los presos de la CNT.
Y, en mayo de 1940, le volvieron a trasladar. Pasó unos días en una fábrica de papel, que también sirvió de cárcel, abandonada a las afueras de Alcoy, detrás de la estación de trenes, de ahí, en compañía de 5 presos y dos guardias civiles, le llevaron en tren a su siguiente destino que sería momentáneamente la cárcel de Alcázar de San Juan.

La cárcel de Alcázar de San Juan era una especie de finca de un campesino acomodado, habilitada para llenarla de presos políticos. A “El Chato”, ya que seguía enfermo, le ubicaron con los de su misma condición en el piso superior de uno de los dos establos que al tener el techo abuhardillado obligaba a estar siempre tumbado, la mayoría estaban muy enfermos y mayores, rodeados de mugre y polvo y tierra que caían continuadamente por todos los sitios. Las vigas estaban carcomidas por la acción militarista de los gusanos y los chinches que a millares eran visibles por todos los sitios, llenando de picaduras insufribles, ampollas y sangre a 300 enfermos, apiñados, con sus ya típicos 40 centímetros de ancho y casi uno de largo para acomodarse de lado e incrustados los unos con los otros y, para más, inri, con la obligación de defecar allí mismo en unas latas que dejaban sobre unas vigas y que algunas veces llegaban a desbordar, inundando su entorno. El hedor era insoportable. Ese hedor golpeaba como un martillo, sin cesar, en los sentidos de estos presos políticos. El hedor , los enfisemas, costras, heridas, pústulas, palizas, torturas, los fusilamientos, el garrote vil, etc. Todo, todo, golpeaba la vida de estos hombres. Todo era para ellos insufrible, inhumano, insoportable sin embargo lo soportaban y seguían con su lucha clandestina antifranquista y Menéndez, en particular, escribiendo su libro para que algún día se conociesen todos esos sucesos.

Avelina Ranz y otras compañeras que tenían a sus maridos presos políticos.

Unos días más tarde Menéndez fue enviado a la cárcel de Aranjuez, que era un convento, donde las monjas mandaban y hacían también la puñeta a los presos. Estuvo unos días en hospital de esa cárcel hasta que mejoró un poco. Muchos de los presos que allí estaban, al igual que toda España, eran mandados a trabajar bajo aquel “paraguas” cohonestado del Patronato para Redención de las Penas por el trabajo, una pantomima para explotar a los presos. Mandaban a miles de personas para realizar trabajos forzosos, eso, unido a las muertes y a los pocos indultos aliviaba un poco el hacinamiento de los presidios. Esos trabajos eran de suma importancia en reconstrucción de ciudades como Madrid, Brunete o Belchite, o de carreteras, o de presas, o en la explotación de minas como la del carbón en Asturias o la de mercurio en Almadén. Muchos presos no aguantaban las duras tareas de trabajo y el famélico rancho por lo que enfermaban y morían. Allí, en aquellos años, cerca de Aranjuez, muchos eran enviados a trabajar a un gran establecimiento industrial donde fabricaban armamento para Hitler con patente Vickers, es decir, con patente inglesa. Esa era una constante en aquellos días España trabajaba para Hitler en muchos ámbitos, se mandaba  aceite de Oliva (también para Italia) o gran cantidad de hierro.

“El Chato” fue uno de los encargados de organizar la resistencia clandestina comunista en la cárcel de Aranjuez. A él, como ya se ha indicado, le llegaban las instrucciones del PCE que, en aquellos momentos, se centraban en conseguir la unión de los presos de izquierdas para prepararles para la lucha clandestina si salían en libertad. Su conocimiento, desarrollado en numerosas charlas dieron su fruto, de nuevo, incluso con los anarquistas. En dichas tareas clandestinas ayudaron Leoncio Pérez “Leo” y Antonio García que sería asesinado más tarde.

Como en otros presidios consiguieron colocar a un preso comunista en oficinas por lo que obtuvieron numerosa información. Por ese medio, u otros similares, conocieron que el sistema de prisiones estaba corrompido, que los jefes franquistas se quedaban con partidas destinadas para los presos, que los indultos anunciados eran, en su mayoría, una pantomima pues salían pocos en libertad y la mayoría regresaban, destrozados por las palizas recibidas, que en septiembre de 1941 habían solo en Madrid (y alrededores) más de 500 tribunales militares, que, en esas fechas, en la capital, fusilaron en un solo día a 350 presos, que la cifra de ejecutados, en todo el territorio nacional, ascendía a más de 300.000 de 1939 a 1942, que el número de presos políticos llegó a superar los dos millones,  que las muertes por enfermedad eran también muy numerosas,  alli, en la cárcel de Aranjuez, por ejemplo, solo en un día fallecieron 3, en Jaén 5, en Córdoba 6, en Burgos 8, en Santiago de Compostela 4, etc, que la media era de 2 a 4 fallecidos por enfermedad al día en las cárceles de Franco, que el número de centros de reclusión franquistas llegó a ser casi un millar y que la cifra entre fusilados y muertos por enfermedades, producidas por el franquismo, desde 1936 a 1942, era cercana al millón de personas.


Lo más curioso, o no tan curioso, ya que en lo que explicamos en la siguientes líneas Jaime Menéndez fue un hombre clave puesto que trabajó en el departamento de Prensa de la Embajada de los Estados Unidos al salir de prisión en 1944,  como refleja en su libro Los Años de Plomo, el historiador Fernando Hernández Sánchez,  es que muchos de los datos anteriormente citados sobre las muertes coinciden con el trabajo oficial que hizo para el gobierno de los Estados Unidos, siendo agregado de prensa en la embajada de ese país en Madrid, el señor Abel Plenn. Trabajo que aunque ha sido ignorado en España y fuera de ella y que fue publicado, en Estados Unidos y en México, en 1946, en un libro, titulado Viento en los Olivares que describe con gran rigor y minuciosidad la verdadera cara del régimen franquista, dando otros muchos datos, por ejemplo, que en los últimos días de junio de 1944 fueron detenidas 2.444 personas, acusadas de conspirar contra el régimen, que en la tarde del 18 julio de ese mismo año fueron fusiladas 94 personas, que en la semana anterior al 18 de agosto fueron fusilados 150 presos políticos, que el 21 de agosto mataron a otros 60, que en la semana anterior al 26 de agosto, fusilaron a 300,  que el 2 de septiembre ejecutaron a 60, que el 3 de septiembre los asesinados fueron 55 (30 en Ocaña y 25 en Carabanchel), que el 8 de septiembre fueron en Madrid 450, etc.

Abel Plenn, compañero de "El Chato" en la embajada de EE UU en Madrid.
En noviembre de 1942 Jaime Menéndez, gracias a la mediación de Pedro Laín Entralgo, ensayista, médico, hombre notorio e influyente en el régimen, falangista y amigo de la familia, y de sus contactos americanos, fue trasladado a la cárcel de Porlier. Eso supuso un gran alivio económico para su familia que no tenía ya que gastarse dinero en los frecuentes viajes para visitarle. Allí, consiguió un puesto en oficinas y, siguiendo instrucciones del PCE, manipuló documentación de varios camaradas para evitar que les perjudicase. Hasta que un día le descubrieron. Y, de nuevo, gracias a la mediación de Pedro Laín Entralgo y sus contactos americanos consiguieron trasladarle, para evitar males mayores y muy peligrosos, a la cárcel de Yeserías justo cuando fue juzgado en enero de 1943 a 30 años y un día de prisión, pena que fue rebajada a 20 años y un día. Allí, continuó su labor de zapa, encomendada por el PCE, usando su puesto como redactor de Redención, un periódico escrito por presos, asunto que no era de su agrado pues nunca quiso colaborar en dicha gaceta.

En los últimos años de cautiverio en ese trabajo de lucha y formación clandestina hubo un hombre clave que acompañó en dichos asuntos a Jaime Menéndez, ese hombre fue Nilamón Toral, campeón de boxeo, Jefe Militar del Ejército de la República, Comisario Político y colaborador de Ahora. Su aprendizaje fue clave para que, cuando salió en libertad, formase una de las más eficientes células clandestinas antifranquistas del PCE en el interior. “El Chato” colaboró con esta célula en diversas ocasiones.

Yeserías, unas de las cárceles de Franco.

Jaime Menéndez “El Chato” salió en libertad condicional el 26 de enero de 1944 siguió su lucha clandestina antifranquista hasta su muerte en 1969 pero de eso nos ocuparemos en una próxima comunicación.

Bibliografía:
Entrevistas a personas vinculadas a Jaime Menéndez “El Chato”:
 Avelina Ranz (viuda de Jaime Menéndez “El Chato”); Juan Ranz Conde (cuñado de Jaime Menéndez “El Chato”); Santiago Carrillo Solares;  Fernando Peralta; Manuel Franga Iribarne; Marcelino Oreja Aguirre; Manuel Cruz Fernández; Antonio Colón; Renato Piñero ; Concha Cuetos; Héctor Vázquez Azpiri; Jaime Menéndez (hijo de Jaime Menéndez “El Chato”) y el pintor y escritor Antonio Granados Valdés (http://laepopeyadelchato.blogspot.com.es/2015/07/el-teniente-tomas-de-prada-el-primer.html)
Documentación personal de Jaime Menéndez "El Chato".
Estudio del diario España de 1938 a 1971.
Libros:
Uno solo autor, Juan Manuel Menéndez de las Heras (A. Febus): La epopeya del “Chato”, http://www.bubok.es/libros/9421/La-epopeya-del-Chato, 2009.
Un solo autor, Jaime Menéndez (“El Chato”), Vísperas de Catástrofe, 1934, Espasa Calpe.
Un solo autor, Jaime Menéndez (“El Chato”), Alemania en pie, 1934/1935.
Un solo autor, Jaime Menéndez (“El Chato”), The Jail, 1939-1943. Escrito en su periodo de cautiverio, a escondidas y sacado de los centros de reclusión de igual manera.
Un solo autor, Eduardo de Guzmán Espinosa: Nosotros los asesinos, reeditado por edicones Vosa/Garaje en 2008.

Un solo autor. Fernando Hernández Sánchez, Los años del Plomo: la reconstrucción del PCE (1939-1953), http://www.casadellibro.com/libro-los-anos-de-plomo-la-reconstruccion-del-pce-1939-1953/9788498928068/2497220 , 2015.

Varios autores, recopilados por Maria Teresa León, que son: Jaime Menéndez (“El Chato”), Rafael Alberti, Juan Antonio Cabezas, María Luisa Carnelli, Luisa Carnés, Luis Cernuda, Cayetano Córdoba Iturburu, Francisco Cruz Salido, Lucas Elensi, García Ortega, Juan Gil-Albert, Miguel Hernández, Eugenio Imaz, Jesús Izcaray, J.M.P., María Teresa León, Antonio Machado, Mora, José Luis Moreno, Lino Novás Calvo, Rosario del Olmo, Eduardo de Ontañón, Manuel Ortega, Juan Paredes, Pasionaria, Pascual Plá y Beltrán, Adolfo Sánchez Vázquez, Vicente Salas Viu, Ramón J. Sender, Matilde de la Torre y Pablo de la Torriente, Crónica General de la Guerra Civl, Ediciones de la Alianza de Intelectuales Antifascistas, 1937, reeditado en 2007 por la editorial renacimiento.

Un solo autor, Abel Plenn, Agregado de Prensa de la embajada de los EE UU, en Madrid, en los años 40: Viento en Los Olivares, la España de Franco vista por dentro. EDIAPSA, México, 1946.

Enlaces de prensa digitalizada por la Bibiloteca Nacional y La Vanguardia:








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