miércoles, 8 de enero de 2014

Párrafos de La Epopeya del "Chato" 1

Primera selección de algunos de los párrrafos más representativos de La epopeya del "Chato" de ediciones www.bubok.es, obra de A. Febus (J. M. Menéndez), entrenador personal y finalista del campeonato de Europa de Culturismo Natural (doping free). Copyright : J. M. Menéndez.
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Sobrerriba, la tierra de Jaime Menéndez "El Chato". Foto Febus.
Sí. Mi nombre es Jaime Menéndez Fernández: “El Chato”.
Fallecí el 31 de Enero de 1969. Lo habrán deducido: estoy muerto. Pero que muy muerto. Y desde aquí, desde el Más allá, me veo en la obligación de narrarles esta historia. Mi historia. Su historia. Y desde ahora nuestra historia.
Nací en un lugar de Asturias de cuyo nombre sí quiero acordarme: Sobrerriba. Una aldea diminuta de la parroquia de Cornellana, en la que el río Narcea bordea un bello territorio. Recuerdo aquel día, por los años 50, cuando me topé con Franco pescando por uno de sus recodos. Mejor dicho, imitando a esos nobles deportistas, porque pescar, lo que se dice pescar... sólo pescó un constipado de narices. De narices de “chato”... 
La Cornellana de Jaime Menéndez "El Chato". Foto Febus.
Me bautizaron un 25 de Junio de 1901 en la casa del señor cura de Cornellana, que colinda con el señorial Monasterio de San Salvador, fundado en el siglo XII. Recibí pues bautismo en brazos de mis padres, FELICIANA FERNÁNDEZ , ama de casa, y JOSÉ RAMÓN MENÉNDEZ, maestro republicano de la localidad de Láneo.
¡Ay, cuánto asimilé de mis progenitores! Como todos... pero yo más. Hasta el punto que siendo un arrapiezo de 12 años, y debido a mis grandes dotes intelectuales, llegué a sustituir a mi padre impartiendo las clases, casi, casi con la misma calidad docente que él. Mi madre, orgullosa, me decía:

  -Jaimín, Jaimín… algún día serás alguien importante...

A esa edad ya había devorado más de una treintena de libros de todo tipo: Larra, Cervantes, Calderón, Molière, Montesquieu, Voltaire, Shakespeare,...y un diccionario de Catalán -lengua que me atrajo desde niño-, llamado Diccionaris Lopez, del maestro A. ROVIRA I VIRGILI y editado por ANTONI LÓPEZ, en 1913... Qué tiempos aquellos.
Durante una de aquellas suplencias ocurrió algo que marcaría en mi un jalón inolvidable. Durante aquellas suplencias a mi padre... no sólo impartía las clases de historia, matemáticas o geografía, sino que también me tocaba corregir exámenes. Así pues, de una forma imparcial tenía que aprobar o suspender a mis compañeros de pupitre... Nunca mejor dicho, porque a veces nos llegábamos a sentar diez niños en uno de seis plazas.
La iglesia y el Monasterio de San Salvador de Cornellana. Foto Febus.
Recuerdo aquel 27 de Enero de 1913. Suspendí únicamente a una compañera: Covadonga. Una niña muy, pero que muy fea. Con sus coletas, sus ojos de búho, su nariz de oso hormiguero, sus orejas de elefante, sus dientes de tiburón y su cuello de avestruz. En fin, un “portento sensual”... Qué mal se tomó aquel suspenso. Cuando pasé por su pupitre para entregárselo, giré a la izquierda -siempre a la izquierda-, para iniciar mi retorno. Sin percatarme, me puso la zancadilla con aquella pierna que parecía un roble de 2000 años; caí, mi nariz chocó bruscamente con la esquina del pupitre y, ¡Qué dolor! No lloré por orgullo, pero qué gran sufrimiento. No era de extrañar: rotura del tabique nasal y aplastamiento total del mismo. Ese día nació “El Chato”, primo hermano de “Rocky” Marciano. ¡Ay, Covadonga, Covadonga! ¡Mira que tener nombre de virgen! También mi querida hermana mayor se llamaba así. Pero ella era toda humanidad, con un corazón más grande que un sequoia sempervivens.  
Vista posterior de la iglesia de Cornellana. Foto Febus.
Pasé mi infancia y adolescencia con mis padres, hermanos, tíos -“Los Muxus”-“Los Cebollos” -mis primos-, amigos -entre ellos, BERNARDINO VELÁZQUEZ y Manolín “El Galápago”-, y sobrinos, como el carismático y bondadoso JOSÉ DE LA REGUERA, “El Muxu”. Apodo cuyo origen era “Casa Miruxu”: así la llamaban porque todos allí provenían de Manuel Menéndez Merujo. Y Merujo, en asturiano, se dice “Miruxu”. Vaya lío. “El Muxu” fue artillero en la guerra de África y republicano convencido. Tan convencido, que nos convenció a todos...
Bernardino Velázquez, uno de los mejores amigos de Jaime Menéndez "El Chato", fusilado por un grupo de falanjistas durante la guerra civil española. Foto Febus.
Por aquel entonces un sueño florecía en mi interior: viajar a América, seguir con mis lecturas, trabajar de periodista, aprender idiomas -especialmente inglés-, para poder establecer mi residencia en la ciudad de la democracia, la cultura, el mestizaje, el desarrollo,... y las oportunidades: NUEVA YORK. Pero eso, de momento, era un sueño...
En 1918, en Salas, José Fernández, apodado “El Profesor”, creó, bueno lo que se dice crear... más bien produjo comercialmente, unos dulces sabrosísimos, a base de avellanas, clara de huevo y lustre, llamados “Carajitos”, que desarrollaron en mí un instinto muy goloso. El llamado: “The Carajito´s instinct”. Sólo los “carajiteros” (devoradores de carajitos) me entenderán...
En 1919, con el beneplácito y apoyo de mis padres, decidí emigrar a Cuba, la mayor ínsula del Caribe, con una longitud de 1250 kilómetros y una anchura oscilante entre 30 y 190. Con más de 1600 islas y cayos. Con sólo 2 estaciones: la húmeda, más calurosa, de Mayo a Octubre, y la seca, de Noviembre a Abril. Un paraje de playas de arena blanquecina bañadas por el Atlántico y El Caribe, de cadenas montañosas plenas de frondas, de terrenos pantanosos habitados por cocodrilos y aves autóctonas, de ciudades coloniales, de “Guajiros”, de campos de café, de caña de azúcar y de tabaco. ¡Y qué tabaco el de Viñales, compadre! Desgraciadamente, allí inicié mis andanzas en el noble arte de humear. 
Carnet del Centro Asturiano de la Habana de Jaime Menéndez "El Chato". Foto Febus.
Cuba es la conjunción de muchos y diferentes países en uno solo, con sus 11 maravillas: la Catedral de la Habana de estilo Barroco (sublime, envidia de Latinoamérica), la Basílica de El Cobre, Cojímar, el Parque Céspedes de Santiago de Cuba, Trinidad, el Malecón de La Habana, la Península de Varadero, la Sierra de Escrambay, la Península de Zapata, el Capitolio y el Museo de la Revolución de La Habana. Todos mis hermanos dieron el mismo paso: Covadonga, Etelvina, María Luisa, Jesús, Juan, Joselín, Feliciana,... excepto Julio, que se quedó en casa. Unos terminarían en Panamá, otros en Perú, y alguna regresaría a España. La decisión de partir fuera de la tierra que nos vio nacer estuvo propiciada por dos razones esenciales: Encontrar prosperidad y libertad. Libertad para no servir en el ejército Español.
En las tertulias del Centro Asturiano coincidía con intelectuales de la talla de FRANCISCO GONZÁLEZ VALLE -abogado, miembro de la Academia de Cuba y Presidente de la Biblioteca Nacional-, y MANUEL ISIDRO MÉNDEZ, nacido en Navia, que cooperó durante la 2ª República Española con el Frente Popular. Sus trabajos de investigación sobre José Martí le llevaron a recibir el Premio del Real Consistorio Hispanoamericano del Gay Saber y el de la Comisión Central Promonumento José Martí. Allí estaba también RAFAEL SUÁREZ SOLÍS, periodista y ensayista avilesino, director interino y crítico de cine y teatro del "DIARIO DE LA MARINA", "CHIC" y, en España, de "LA VOZ", "ABC" y "CRÓNICA"... Aportábamos nuestros conocimientos, debatíamos sobre los mismos y contábamos algún que otro chiste. Recuerdo el que un día contó EUGENIO SERRAT, hijo de catalanes (de ahí su acento peculiar), que decía: “saben aquel que diu, que era un niño que tenía la cabeza tan grande, tan grande, que en vez de piojos tenía buitres leonados”. No paramos de reír, qué tiempos aquellos... 
El Centro Asturiano de la Habana en los años 20. Foto Febus.
Yo seguía anhelando arribar a Nueva York, pero hasta que no dominase la lengua anglófona a nivel nativo no daría el “abordaje”. Me puse manos a la obra, compré libros de fonética, ortografía, gramática y la Enciclopedia Británica, en su edición undécima de 1910, una joya para los eruditos en la materia: 16 tomos de 1000 páginas cada uno. Me la leí varias veces, y gracias a mi prodigiosa mente memoricé la mayoría de sus palabras. Poco tiempo después ejecutaba mis pensamientos en Inglés. Así mismo conseguí dominar, a nivel intermedio, Italiano, Francés y Alemán. A eso había que unir mis conocimientos en Latín, Griego, Catalán y Asturiano.La mayoría de mi tiempo libre era para el estudio. Horas y horas. Recuerdo que la señora RAMONA se enfadaba conmigo.

-¡Haga el favor—me decía—de apagar el candil! ¡Qué es muy tarde! ¡Qué me va a dejar sin petróleo! 

Entonces me bajaba a la calle y a la luz de una farola continuaba la faena. Mientras en mi interior discurría un sueño. El sueño de llegar a ser, algún día, miembro de la prestigiosa redacción del rotativo más importante del mundo: "THE NEW YORK TIMES". ¿Lo conseguiría?...
 
"El Chato", acompñado de familiares y amigos, La Habana, 1920. Foto Febus.
 Mi contacto con Asturias se mantenía por carta, gracias a mi hermano Julio. Desde allí me ponía al tanto de todo. Del estado de Mama, de Papa y demás seres queridos. Aunque en ocasiones las nuevas recibidas eran un verdadero suplicio. Les aseguro que no es nada grato enterarse del fallecimiento de tus padres por correo. Por desgracia ambos murieron casi a la par. No pude despedirme de ellos; las cartas venían con tal retraso que no daba tiempo de llegar al entierro... A veces la vida es muy áspera, pero en eso consiste la supervivencia del ser humano. En superar las adversidades.
Por estas caribeñas latitudes también coincidí con un gran periodista: JUAN ANTONIO CABEZAS, Asturiano de Peruyes, un pueblo de Cangas de Onís. Aquí había comenzado sus tareas de reportero en el "DIARIO DE LA HABANA", y aquí publicó su primer libro, Perfiles y Almas; curiosamente, años más tarde nos reencontraríamos. Pero eso es otra historia...
Y comencé a colaborar, por primera vez, en un medio de prensa escrita. Uno de los rotativos más importantes de la capital Cubana: EL "DIARIO DE LA MARINA". Feliz. Me sentí feliz. Descubrí que eso era lo que realmente me gustaba. Lo que realmente me hacía disfrutar. Lo que realmente me gratificaba.  
Jaime Menéndez se desplazó en barco rumbo a Estados Unidos. Foto Febus.
En 1920, el 28 de febrero para ser más exactos, me vi preparado; era el momento. Embarqué rumbo a Nueva York, vía Tampa (Florida). Unas 60 horas de travesía, en un buque de la Ward Line, durante las cuales un temporal hizo bailar a la nave como lo hacía Carmen Amaya en sus mejores tiempos. Y finalmente vislumbré ese gran monumento, esa mujer, con esa prestancia, esa elegancia, esa majestuosidad, ese poderío y ese fuego: La Estatua de la Libertad, modelada por el escultor alsaciano Frédéric Bartholdi (1834-1904) de 92,99 metros desde la base. Sólo la nariz mide 1,48 metros… “no se le escapará ni un mal olor”. Era un regalo del pueblo francés, hecho a imagen y semejanza de una escultura similar situada sobre el río Sena parisino. Símbolo de democracia, mestizaje, ilusiones y oportunidades. Al mismo tiempo observé sorprendido el gran tamaño de los edificios de Manhattan, y comprendí el significado de la palabra “skyscraper”; en cristiano, “rascacielos”.  
En los años 30 comenzaron a cosntruirse los grandes rascacielos en New York. Foto Febus.
Primeramente me dispuse a buscar una vivienda, y me decidí por el número 594 de la 178th Street. Conseguí mi primer trabajo de contable en una pastelería. Imagínense, allí, rodeado de “dulzuras”. “Dulzuras” a la izquierda, “dulzuras” a la derecha, “dulzuras” por el Norte, “dulzuras” por el Sur... mientras “The Carajito´s instinct” intentaba apoderarse de mi. Era un suplicio. Cada vez era más fuerte. Hasta que un día pasó lo que tenía que pasar. Engullí unas cuantas docenas de pastelitos, no recuerdo bien si fueron dos o tres, quizá cuatro. Estaban tan sabrosos que no reparé en ese pequeño detalle. Sólo recuerdo que me supieron a gloria. A gloria… y a despido; sí, al enterarse mi jefe, fui de patitas a la calle. Descubrí que en ese país no se andaban con chiquitas. El trabajo era sagrado y no había segundas oportunidades. Efectivamente, a partir de ese momento el trabajo fue para mi una especie de religión. No tardé en encontrar un nuevo empleo, en esta ocasión como contable de un prestigio bufete de abogados. Pero no por mucho tiempo...
Jaime Menéndez "El Chato", con amigos y profesores de la Universidad de New York. Foto Febus.
                                                                   CONTINUARÁ...

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